Venezuela brillará cuando brillemos Todos




Después de la universidad, pasé cinco años entre las tres agencias de publicidad donde laboré encerrado entre cuatro paredes, creando y redactando campañas para clientes grandes de la región zuliana. La paga era relativamente buena, vivía cómodo sin preocupaciones, y mi talento era respetado; pero me faltaba algo de emoción, no sé, como dejar de esconderme bajo las sombras del anonimato, apasionarme por un proyecto que llevara mi propia firma, dejar el pellejo por una causa que cambiara al mundo para bien (o al menos intentarlo), en fin hacer algo extraordinario y trascendental con mi vida. Un buen día de 2012, hace ya cinco años, me cansé del encierro, me cansé de vagar sin propósito más allá de un "quince y último".

En ese entonces sentí que ya tenía una idea bonita que compartir y aportarle a las empresas y emprendedores de Maracaibo. Era algo loco hablar de Branding en una ciudad donde casi nadie hablaba de eso, y a los poquitos que lo hacían ni les paraban tantas bolas. Al leer todo lo que decían sobre el Branding fuera del país, noté que lo decían en un lenguaje muy académico (forma educada de decir "pajúo"), que no conectaba con el día a día de las personas. Por eso las personas no le encontraban ninguna utilidad práctica, y por ende no se interesaban en ello. "¿Ser una Marca? Marca son solo las comerciales, yo no soy ninguna marca". A nadie se le había ocurrido que el Branding es una poderosa herramienta para elevar la autoestima individual y colectiva, puliendo nuestra fachada exterior como resultado de trabajar íntegramente nuestro ser interior. Fue allí donde encontré la oportunidad de convertir mi idea en un proyecto diferente, innovador, disruptivo, con gran potencial de masificación y un espectro de mercado infinito. Orgullosamente, fui el pionero en mi ciudad y en mi país abordando el Branding desde ese punto de vista.

Y orgullosamente también logré impulsar ese proyecto con mis propios bríos, sin jalarle bolas a nadie. No era ningún influencer, hoy no lo soy ni pretendo serlo, al menos no en los parámetros que se manejan en nuestro medio. No había salido en ninguna revista. Tampoco tenía amigos, ni conocidos, ni palancas dentro de universidades ni de ninguna otra institución. Era un simple cristiano tocando puerta tras puerta, imprimiendo y entregando carta tras carta, enviando email tras email, tuiteando profesor tras profesor, usando los seis grados de separación entre yo y nadie, con la misma ilusión de un cantante que deja su demo en todas las disqueras sin importarle cuántos terminarán tirados en la papelera. En ese proceso fui haciendo nuevos panas que creyeron en este mensaje, y quienes fueron al final los que me dieron las primeras oportunidades y/o me conectaron con las primeras tribunas desde donde pude presentarme.

Pero mi mapa cambió. Durante los dos últimos años me tocó encarar un reacomodo personal y familiar súper radical que en realidad no viene al caso detallar por aquí. Al mismo tiempo el país empeoró a un ritmo vertiginoso, y la mayoría de los panas que me acompañaron en un principio han tenido que regarse por el mundo. Todo esto ocasionó que mi proyecto tuviera una notoria ausencia de la escena pública en lo online y en lo offline; no obstante el trabajo ha continuado underground, y créanme que ha sido el período que más ideas han brotado desde que me embarqué en este viaje.

Aunque en algunos escenarios no me ausento, sino que “me ausentan”. Es el mismo grupito de siempre que solo exalta a los reconocidos de siempre. Me pareció un gesto demasiado grosero el haberle escrito a los organizadores de una “convención de la imagen” más de un mes antes de la fecha del evento ofreciéndoles la presencia de mi proyecto, y no solo que NUNCA recibí respuesta (ni siquiera negativa), sino que se sirvieron de una de mis ideas ya en las últimas semanas previas. Lo que da más coraje es que algunos se defiendan señalándome como un “envidioso” y un “ególatra” que solo busca afán de protagonismo.

Esta vez ni siquiera quiero hablar por mí. Mi tristeza y mi preocupación es por Venezuela, y hacia allá es donde quiero dirigir la presente reflexión: ¿Qué clase de país se supone que estamos construyendo? ¿Un país donde solo triunfa el que luce cool, el que tiene decenas de miles de seguidores en sus redes sociales, el que más aparece en los medios, el panita mío, el que me cae bien, el más jalabolas? TODOS tenemos algo que aportar y una historia valiosa que contar; si solo le damos tribuna a las que nos convienen, nunca sabremos de lo que nos estamos perdiendo. ¿Cómo vender que somos “el mejor país del mundo”, si solo vendemos una pequeña parte de él? Es caer en la misma exclusión y sectarismo que tanto le criticamos al gobierno. ¿Por qué tanto miedo a que alguien los opaque? Si son tan buenos como dicen ser y como creo que son, que alguien también bueno se les pare al lado debería animarlos a dar lo mejor de sí mismos, y eso en vez de opacar haría aún más vistoso el evento.

Por mí ni me preocupo. Si no me dan las oportunidades, yo mismo me las creo. No tengo que quitarle espacio a nadie ni atacar a nadie para brillar con mi propia luz. Pero sigo y seguiré creyendo que 30 millones de luciérnagas brillan muchísimo más como un enjambre compacto, porque dispersas se las lleva cualquier borrasca.

#VenezuelaDateAValer




Comentarios

Entradas populares